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¿No se puede? ¡Si se puede!

Hace unos días mantuve una reunión con algunos compañeros para lanzar uno de esos proyectos que, según se mire, bien puede calificarse de ambicioso (botella medio llena) o utópico (botella medio vacía). “Esto te supera amigo; no malgastes esfuerzos, tiempo, ni dinero, que no vas a tener más que disgustos” –me dijo uno. Otro, como dándole la razón, no hacía mas que repetir que aquello era imposible; y otro, más convencional, sólo decía, por lo bajito, “eso no se puede hacer”.

Y, de repente, me vino a la cabeza la final de la Champions League de 1999 en la que el Manchester United le remontó el partido al Bayer de Munich marcándole dos goles en el último minuto. Me acordé, también, de los 12 goles que la selección española de fútbol le encajó a Malta para clasificarse para la Eurocopa de 1980. Recordé además como, hace unos días, un joven tenista ruso (Mijail Youzhny) sin experiencia alguna en Copa Davis, le remontó un partido imposible al equipo francés, para darle a su país la primera victoria en esta competición. Recordé a Arancha Sanchez-Vicario, que nunca dio una bola por perdida en toda su vida profesional. Recordé la casta de Raúl, echándose el equipo a la espalda en tantos y tantos partidos del Real Madrid. Y, para terminar, me acordé del “I´ve got a dream” de Martin Luther King y de tantos que, un día, tuvieron una visión y se mataron por ponerla en marcha.

Y así, con todas estas imágenes en mi cabeza, no tuve más remedio que decir: “¿Que no se puede?. ¡Si se puede hombre, sólo hay que quererlo, creerlo y, sobre todo, trabajarlo!”. Eso fue lo que dije. Pues bien. De eso va esta tribuna de hoy. Va de rebelarse frente a las conductas auto-complacientes de tantos y tantos. Pero sobre todo, va de intentar desenmascarar el perfil de ese tipo de personas que no dejan de pronunciar esa frasecita del “no se puede”, del “es imposible”, del “esto no se puede conseguir”... Y es que, créanme, ya estoy más que harto del “No se puede”.

Pues bien. Comencemos a desenmascarar al “No-puede-hacerse-profesional”. ¿Cuáles son los rasgos que le caracterizan? ¿Cómo reconocerlo?

En primer lugar, creo que estos individuos tienen una gran debilidad de carácter. En otras palabras: son unos flojos. ¿Por qué? Porque sólo saben jugar a favor de marcador (o sea, cuando su departamento está de moda) y con todas las bendiciones del público, de la autoridad y de los colegas (o sea, sin oposición alguna en la organización). Cuando las cosas les salen bien, se adornan en la suerte y hasta sacan pecho. Sin embargo, cuando se complican, cuando la carretera se inclina, se arrugan, pasan a segundo plano, y se esconden. Simplemente, se acobardan. Les falta lo que algunos psicólogos deportivos llaman “instinto asesino”. Con él que se refieren a la capacidad competitiva de los atletas y a su superación permanente. Rockie, el famoso boxeador encarnado por Silvester Stalone, lo denominó como “la mirada del tigre”. Por eso siempre he envidiado a los equipos alemanes de fútbol: pueden jugar horrible, ir por debajo en el marcador; pueden ser conscientes de su inferioridad técnica... pero siempre, siempre, dan la cara. Venden muy cara su derrota.

En segundo lugar, otra pista que permite identificar a estos individuos son frases como éstas: “nadie nos reconocerá el esfuerzo y no merece la pena gastarse en el intento”. En otras palabras: la motivación sólo les viene de fuera, de lo que les paguen, de lo que les paseen, de lo que les digan, o de lo que entiendan que pueden conseguir. La motivación que de verdad cuenta, la interna, la que busca la asunción de nuevos retos, el espíritu de superación y el demostrarse así mismo las cosas... no existe en estos individuos. Repito: sólo son capaces de moverse por estímulos externos. Por eso, no tenga la menor duda de que, tarde o temprano, le vendrán con la copla de su desmotivación. No se preocupe: no importa qué les proponga; cuando el estímulo externo desaparezca, ellos desaparecerán con él.

En tercer lugar, les descubrirá por ser maestros en ofrecer excusas maravillosas, maquilladas o envueltas en unas pretendidas dotes de estrategia organizativa. Con toda seguridad les oirá decir: “yo ya hice tal o cual cosa y ahora estoy esperando a que fulano mueva su ficha; ya verás como en esa jugada le dejamos en un renuncio”. En otras palabras. Camuflan su falta de consistencia e iniciativa con una pretendida sagacidad empresarial. Y si no me cree... ¿cuántas veces no le han dicho que tal o cual cosa es estratégicamente peligrosa y que están dando una vuelta al tema a ver cómo se vende mejor dentro de la empresa?.

Y en cuarto lugar, verá que el “No-puede-hacerse-profesional” se caracteriza por una enorme pereza para trabajar. ¿Les estoy llamando vagos? Pues puede que sí y puede que no. Da igual el nombre que les pongamos, pero... lo cierto es que este tipo de personas tiene una gran dificultad para armar un proyecto, es decir, para coger una idea desde el principio, desarrollarla, presentarla, defenderla, presupuestarla, y, por último, implantarla. Todo este proceso, por lo general, lleva muchas horas de trabajo, muchos papeles y borradores que escribir y reescribir, muchos números que hacer y, sobre todo, muchas horas que dedicar. Pero este tipo de personas cree con tener una idea es suficiente. Eso sí: no les pidas ni por un minuto que se pongan a desarrollarla. Eso da mucho trabajo y claro... es más fácil decir que “No se puede”.

Pues ahí está el reto. Si conoce usted a algún “No-puede-hacerse-profesional”, regálele esta tribuna, que van a venir los Reyes Magos, a ver si despabila. Y si, por cualquier circunstancia de la vida, se ve usted reflejado en estas líneas, piense que, como está empezando un nuevo año, a lo mejor ya va siendo hora de dar un pequeño giro a su vida. Verá como ¡sí se puede!

Publicado en el Diario Cinco Días, 20 de diciembre de 2002


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