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Dame un motivo para seguir

“Creo que he llegado a lo máximo que podía conseguir –me confesaba un amigo-. Esa cuota de poder, autorealización, status, visibilidad, influencia y todo lo que quieras, ya la he cubierto. Y creo que un salario no puede ser la clave: un salario también puede encontrarse en otro sitio. La clave es tener un motivo para seguir. Y yo, ahora, lo estoy buscando”.

No se piense el lector que ésta es una afirmación fuera de contexto. La descubrí hace unos días en el transcurso una investigación que llevo realizando desde hace tiempo para entender los efectos secundarios de “la crisis” en el estado de ánimo de las personas y las organizaciones. Para investigar, he seguido un método bien sencillo: me he dedicado a poner la oreja, a compartir un café con los amigos, y a escuchar qué me contestan cuando les pregunto: ¿cómo estás?.

Las respuestas que he anotado siguen casi siempre el mismo patrón (quizá porque con todos con los que hablo están en esa franja compleja de los 40 a los 55 años). Todos están buscando un motivo para seguir porque han conseguido mucho. “Estoy cansado”; “no me compensan los disgustos que me llevo”; “a esto no le veo salida”; “si no fuera porque tengo que seguir pagando colegios e hipoteca, aquí iba a andar yo”; “empiezo a ver las cosas de otra forma, como con más calma”… Son respuestas, de alguna forma, ponen de manifiesto un cierto cansancio, una cierta pérdida de ilusión, y un alto grado de excepticismo ante lo que parece va a ir llagando. En otras palabras: el futuro no se mira con mucha ilusión.

Si así están las cosas… ¿qué podemos hacer?. Como yo soy persona optimista por naturaleza, me ha parecido oportuno intentar encontrar a muchos de mis amigos un motivo para seguir. Ojo. A cada cual tendrá que venirle bien el suyo. Por eso me ha parecido útil recoger en ésta tribuna algunas píldoras de ilusión para gente como mis amigos.

Un primer buen motivo para seguir adelante es la capacidad de transformación. ¿No se ha dado usted cuenta todavía de lo que puede llegar a cambiar su entorno desde su propio puesto de trabajo?. No piense que me estoy volviendo loco, ni que estoy en la utopía (aunque siga reivindicándola). No. Simplemente sepa que, cada vez más, las empresas van a tener mayor impacto en la transformación de la sociedad. Y si no me cree, empiece a pensar en cuantas compañías, a través de sus productos y servicios, a través de sus procesos de negocio, son capaces de modificar la sociedad. Y si no me cree, vea los ejemplos de Inditex, que ha auditado su cadena de suministros, sus talleres textiles, para detectar posibles abusos en la mano de obra en todo el mundo; o la BBK, que ha abierto una línea de negocio de banca solidaria para la concesión de microcréditos; o… tantas y tantas empresas. Y tantas y tantas personas que, de motu proprio, han llegado, por ejemplo, a crear un navieras para transportar materiales a América Latina (vaya mi saludo especial para Santos Toledano, comandante de Iberia / empresario / impulsor de ésta y otras muchas iniciativas).

Otro buen motivo para seguir es el propio espíritu de superación. Para uno de los grandes de la filosofía modera, J. Böhme, esta idea es bien atractiva: “Dirige tus pasos allá donde el camino es más duro; toma sobre ti lo que el mundo rechaza; haz lo que el mundo no hace. Marcha contra el mundo en todas las cosas. Así llegarás por el camino más corto a donde quieras llegar”. Curiosamente, éste motivo que ofrezco no es masoquismo. No. No es más que convertir en oportunidad aquello que para los demás era un problema. Aplíquese el cuento en su empresa y verá como se abren ante usted infinitas posibilidades. Y no se confunda.  Lo normal es que todos se apunten a lo que da brillo y, además, es fácil. Verá cómo al final le saca el gusto a eso de hacer lo que los demás no quisieron hacer.

Otro gran motivo para seguir es el mero hecho de experimentar, de aprender, y más en concreto, de aprender de los errores. Karl Popper nos da la clave: “Evitar errores es un ideal mezquino: si no osamos afrontar problemas que sean tan difíciles que hagan el error casi inevitable, no habrá desarrollo del conocimiento. En efecto; son nuestras teorías más atrevidas, incluso las que son erróneas, las que más nos enseñan. Nadie puede evitar cometer errores; lo grande es aprender de ellos”. Ojo. No sea tan fatuo de pensar que va a enseñar a los demás a no cometer errores. Simplemente, sea consciente que, al menos por ósmosis, alguien tomará nota de lo que usted hizo mal y, quizá, pueda llegar a evitarlo.

Y por último, valga la diversión como motivo para seguir adelante. Los entrenadores de fútbol lo utilizan mucho con sus jugadores. ¿Qué puede seguir moviendo a un jugador como Zidane, que lo ha ganado todo y que tiene su situación económica despejada, a seguir ese ritmo frenético de viajes, concentraciones, entrenamientos, etc?. Pues, supongo, que el “jugar” al fútbol; no el “trabajar” de futbolista.

Fíjese usted, pues, que, de todos los motivos para seguir, he descartado directamente el dinero: la compañía que sólo es capaz de mover a su gente por dinero es una organización mercenaria y quienes trabajen en ella siempre se ofrecerán al mejor postor.  Fíjese usted en que, también, he descartado el poder: una compañía que sólo se mueve por poder busca, sencillamente, convertirse en mecanismo de contrapoder hacia los poderes establecidos. Y, fíjese usted, por último, que además he descartado el reconocimiento social: quien orienta su gestión a ganarse el reconocimiento público lo que busca sencillamente es utilizar la organización como plataforma para sus proyectos personales.

Pues ahí lo tiene. Pero sepa que en todo este proceso de buscar un motivo para seguir siempre tendrá un enemigo. Cervantes lo descubrió: “No hay camino que no se acabe si no se le opone la pereza”.  ¡No pierda esta oportunidad!

Publicado en el Diario Cinco Días, 28 de marzo de 2003


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