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Fuego amigo en las empresas

El lenguaje nunca dejará de sorprendernos. Con objeto, quizá, de desdramatizar los horrores de la guerra, en los últimos tiempos se han creado “expresiones de diseño” para referirse a situaciones llenas de dramatismo y dolor. Casi todo el mundo habla ya de “Fuego Amigo”, para definir los daños que se causan entre sí, y por error, las tropas de un mismo bando; o a los “Daños Colaterales”, para dar hablar de los efectos no deseados de los ataques; o del “Teatro de Operaciones”, para describir la zona en la que se está produciendo el conflicto y evitar así hablar de zona de guerra…

Pues bien. Podremos, o no, discutir la oportunidad de diseñar éstas expresiones “light”, ya que, de alguna manera, enmascaran la realidad del dolor. Pero seguro que estaremos de acuerdo en que, construcciones como éstas, se han popularizado rápidamente en nuestro lenguaje común y ya empiezan a aparecer en diferentes ámbitos de actuación, como el empresarial.

Por eso me ha parecido útil sacar a la luz algunas situaciones que podrían esconderse detrás de la expresión “fuego amigo” en el mundo de las empresas. Y me lo ha parecido, no sólo para ver cómo ésta idea se aplica perfectamente en el mundo de la empresa, sino, sobre todo, para poner en la mesa, con toda su crudeza, algunas cosas que antes, sencillamente, llamábamos abuso de confianza, deslealtad, o, simplemente, traición ó venta. Aunque se haga de buena fe. Veamos, pues, algunas de esas situaciones.

La primera de ellas se da cuando tus superiores, tus colegas o, incluso, tus subordinados te piden cosas que no pedirían a cualquier otro profesional. Las cosas de las que estoy hablando, pueden ser muy variadas. Por ejemplo, es frecuente que algunos superiores pidan, aunque no siempre de manera expresa, que asumas alguna carga extra de trabajo o de responsabilidades (“porque a fulano no se las puedo pedir”), o que soportes y comprendas algunas desigualdades o discriminaciones laborales (“porque ahora no nos podemos permitir conflictos con mengano”). Y, también, es frecuente que algunos colegas se prevalezcan de tu amistad para pasar algún tipo de mensajes a tus superiores, o para obtener alguna información de tu departamento que, de otra forma, no podrían lograr. Esos comportamientos, que todos hemos hecho en mayor o menor medida, se producen siempre por una típica relación de amistad, al margen del plano profesional en sentido estricto. Y ya se sabe: cuando hay problemas organizativos, lo  que prevalece es siempre la estructura formal, el organigrama, los procedimientos, las normas establecidas. Consecuencia: en estas situaciones, los amigos pasan siempre a segundo plano y, quizá, algún día te llamen y te digan que “no pudieron hacer otra cosa”. Pero la verdad es que te dejaron vendido cuando les ayudaste en aquello que te pidieron y no dieron después la cara por ti.

En este sentido, nunca olvidaré el caso de uno de mis mejores amigos (y lo es porque, además, no trabajamos juntos) que renunció a una grandísima oferta profesional porque su Director General le pidió, “como amigo”, que no le dejara sólo en aquel momento tan difícil, que confiase en él “porque seguro que salimos adelante”. Días más tarde, mi amigo fue despedido por ajustes de plantilla. Su jefe no salió en su defensa.

Un segundo ejemplo de “fuego amigo” se da cuando tus amigos empiecen a circular tu nombre dentro de la empresa para promover tu candidatura para tal o cual puesto. No hay mejor manera de abortar tus opciones que venderte como el candidato ideal, que hacerte marketing dentro y fuera de la organización, o que dar por segura tu nominación al cargo esperado. Quien actúa así, aunque lo haga con la mejor voluntad y fe del mundo, no se da cuenta de los problemas que puede ocasionarte. Por un lado, los “otros”, es decir, quienes no te desean en ese puesto, no perderán la ocasión de convertir tu candidatura en fuente de especulaciones y sembrarán dudas sobre si no serás tú quien provoque estos rumores para tomar ventaja; y, por otra, tus superiores se sentirán incómodos porque piensen, de alguna forma, que se prejuzga su decisión o intentas influir en ella. Consecuencia: tus posibilidades de acceder a aquel puesto desaparecerán por el mero hecho de que tus amigos hablaron de ellas.

Un tercer caso de “fuego amigo” suele producirse cuando tus superiores te felicitan públicamente y te ponen como ejemplo para el resto de los compañeros. Recuerdo hace ya muchos años que, en un alarde de osadía, decidí exportar a otras instituciones europeas el modelo de trabajo que estabamos llevando a cabo en mi organización. Tal fue el éxito, que uno de los directivos lanzó un comunicado interno a toda la compañía poniéndome como modelo e impulsando a otros a seguir mi ejemplo. El resultado fue claro: los históricos del lugar me acusaron de querer darles lecciones y me apodaron “el chico listo”; y los compañeros empezaron a verme como un a un duro competidor.

Y, para terminar, también suele darse el “fuego amigo” cuando aquellos que te quieren y te aprecian te ven un poquito bajo de moral. De repente, te empiezan a llamar, o movilizan a amigos comunes para que te mimen un poquito. Consecuencias: al final, todo el mundo piensa que estás mal, que las cosas no funcionan como tu quisieras y que has perdido una cierta dosis de poder o influencia dentro de tu organización.

Pues ahí lo tiene. Ahí le pongo algunas situaciones típicas de lo que hoy llamarían “fuego amigo”. Pero no se engañe. No piense que, por llamarse así, son menos perversas ni menos dolorosas que antes. Aun cuando detrás de todas estas situaciones no haya intención de hacerle daño, lo cierto y verdad es que pueden acabar con usted. Son igual de dañinas que cuando, antes, las conocíamos por abuso de confianza, deslealtad o, simple y llanamente traición. Pero hay algo que no cambia: el refranero. Recuerde: “si estos son mis amigos… Dios me libre de los enemigos”.

Publicado en el Diario Cinco Días, 11 de abril de 2003


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