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¿Por qué es tan difícil gestionar la ética?

oximoronHay conceptos cuyo encaje en la gestión empresarial es complejo. Y el concepto de ética, es uno de ellos. No quiero que se me entienda mal. No estoy diciendo que hablar de “empresa ética” sea un oxímoron; ni que ética y empresa son conceptos que no “mezclan” fácilmente; ni que, en última instancia, el ánimo de lucro que caracteriza a la empresa choque necesariamente con la ética.

Lo que estoy diciendo es que el “concepto ética” es demasiado “grande”, o demasiado complejo, para “que quepa” dentro de una caja de un organigrama. Por regla general, las “funciones organizativas” tradicionales son fáciles de entender. Cuando se habla de números, la responsabilidad recae en la dirección financiera; cuando nos referimos a vender, pensamos en las áreas de marketing o de ventas; si se habla de producir, nos referimos al área de operaciones; cuando pensamos en personas, existe la dirección de RRHH; y así ocurre sucesivamente en casi todas las funciones empresariales. Y cuando las cosas se entienden, son más fáciles de gestionar.

Sin embargo, cuando hablamos de ética todo es más complejo, porque hay muchas preguntas que no tienen respuesta sencilla. Para empezar, tenemos un problema organizativo. ¿En qué “caja” del organigrama la ponemos? ¿De quién la hacemos depender?... ¿del área jurídica - y lo vinculamos al cumplimiento-; o de recursos humanos - porque afecta al comportamiento de las personas-? ¿Es posible que un hipotético Director de Etica sea el responsable último de los comportamientos de toda la organización, de todas las direcciones de su empresa, de todas las personas que trabajan en ella?

El problema organizativo, es solo el principio. Pero hay otros muchos aspectos que tienen un impacto directo sobre el comportamiento ético de la empresa y que complican de forma importante su gestión. Aquí avanzo solo algunos: (1) los mecanismos internos que tenga una empresa para hacer vivir su visión y sus valores corporativos; (2) los controles y procesos internos que tienen las empresas para asegurar el cumplimiento de la ley y de las políticas internas para asegurar su cadena de suministro (pensemos, por ejemplo, en la catástrofe de Bangladesh); (3) la trasparencia y los mecanismos de rendición de cuentas de la empresa ante los mercados y sus stakeholders. Y (4) los sistemas de gobierno corporativo de una empresa, y muy especialmente, el sistema de atribuciones y delegación de responsabilidades en el proceso de toma de decisiones.

Y para completar la dificultad, no se puede hablar de ética en las empresas sin hablar de las personas. En un mundo globalizado, la diversidad de culturas, de cultos y de valores es la norma general. Si esta es la realidad, que lo es… ¿no estaremos corriendo el riesgo de invadir desde la empresa el ámbito de las creencias individuales? ¿Es posible instaurar unos valores y principios que respeten todas las creencias? ¿Cómo se incluye la ética, por ejemplo, en los procesos de selección, de promoción o de retribución de las personas… sin correr el riesgo de falta de objetividad? No es sencillo establecer unos parámetros éticos corporativos respetando al máximo la esfera personal de los empleados de una organización.

Esa es la complejidad, y la dificultad, a la que me refiero; eso es lo que quiero decir cuando afirmo que el concepto ética es demasiado grande para que pueda gestionarse de forma ordenada en las organizaciones. En este sentido, la dificultad del concepto ética es solo comparable a la de otros conceptos empresariales como la cultura corporativa, los valores, la identidad o, incluso, la responsabilidad corporativa. Y, además, no podemos olvidar que cuando se habla de ética es fácil confundir todos los planos que implican a la persona: el privado, el público, el institucional y, también, el laboral. En última instancia, la dificultad de gestionar la ética está en la necesidad de llegar a toda la estructura organizativa (todas las direcciones) y a todas las personas.

Pero, también, lo que quiero destacar es que, aunque sea difícil, no significa que no se pueda, ni se deba, gestionar. Pero eso, lo veremos en un próximo post.

Imagen obtenida en Jitanjáforas y otras cosas.

 


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COMENTARIOS2 comentarios
19 Feb 2015 | Responder
Gràcias Andreu. Parece que todo lo transversal en una organización es más difícil que lo vertical, pero ahí está la gracia en gestionar lo difícil porque, curiosamente, y en este caso es así, lo difícil acostrumbra a coincidir con lo importante.
Sabemos gestionar la ética en las organizaciones, también podemos hacerlo (tenemos mecanismos y herramientas para ello), solo nos falta decidir si de verdad...QUEREMOS!!!
Un abrazo,
Josean
Alberto Andreu
23 Feb 2015 | Responder
Gracias Josean
Me temo que, en este tema, como en todos los trasversales, querer no siempre es poder
Puedes querer algo con todas tus fuerzas. Pero como no conozcas de dónde te van a venir las fuerzas contrarias al cambio, terminarás por "morir en el intento" y no habrás cambiado nada.
Para abordar esto procesos tienes que conocer las barretras de la estructura formal y de la estructura informal; y también tiens que conocer los perfiles de personas en contrar y a favor de los movimientos trasversales. Sin este conocimiento... no podrás hacer nada.
Espere...


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