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El Teodorismo o la perversión del liderazgo

Teodoro y Cayo fueron dos personajes que me ayudaron a entender el Derecho Romano. Teodoro era un esclavo que no quería ser manumitido porque, bajo el pretexto de servir a su amo, lo que en realidad hacía era servirse a sí mismo. Por el contrario, Cayo tenía un perfil diferente: era también esclavo, pero estaba convencido de que la verdadera lealtad a su amo vendría cuando éste le diera la libertad; pensaba que sólo así podrían tener una relación de confianza entre ambos.

La figura de Teodoro me fascinaba. “El miedo a la libertad”, pensaba en el primer momento. Mi tendencia natural de “comprensivo compulsivo” me llevaba a ponerme siempre en el lugar del otro y a justificar una especie de Robin Hood contra el amo.

A lo largo de la historia, ha habido Teodoros en todos los tiempos, disciplinas y órdenes sociales. Sin embargo, el Teodoro organizativo es el que nos interesa. Y creo, que después de mucho investigar, lo comprendí. Teodoro era, en realidad, una excrecencia organizativa, un personaje que complicaba enormemente el comportamiento en las instituciones, que se servía de la organización y de su jefe y que, por su proximidad a él, podía causar bastante daño a Cayos y a su dueño.

Detrás de Teodoro hay toda una compleja filosofía de gestión, con seguidores, detractores y hasta con literatura propia. Es lo que denominé como el Teodorismo. Destripemos la esencia de este fenómeno.

¿Por qué surgen los Teodoros? La respuesta es sencilla. Teodoro existe porque la organización, el estado o la sociedad perfectos, no existen ni existirán jamás. Cualquier empresa, por excelente que sea, tiene también algunos pies de barro.

Hay otros factores que ayudan a que la semilla de los Teodoros germine. Uno de  ellos puede ser, y siguiendo el modelo del liderazgo situacional de Hersey & Blanchard, un estilo de liderazgo en el que prevalecen de manera evidente los componentes personales y sociales de la función directiva (es decir, lo afectivo, lo social, lo tutelar, lo carismático), sobre los estructurales (es decir, el qué, cuándo y cómo hay que hacer las cosas).Y es ahí donde surge el problema: el Teodoro se extiende por toda la organización, a todos los niveles, desde los más altos a los más bajos. Hay Teodoros de primera (los más próximos al  poder), de segunda, de tercera, etc.

Otro factor es una política salarial injusta y mal planificada: no es raro encontrar sistemas retributivos que, para pagar mejor a alguien, deben ascenderlo; no caen en la cuenta de que, quizá, pierdan un buen técnico, pero corren el riesgo de “ganar” un mal gestor; y además agradecido a alguien. Por último, otro factor es la baja rotación de personal y de puestos: aquellas compañías que no favorecen la “apertura de ventanas”, por incorporaciones o por nula rotación, son un caldo de cultivo excelente para los Teodoros: se crean relaciones endogámicas  perniciosas.

¿Cuáles son las características fundamentales de los Teodoros?. En primer lugar, en ellos prevalece siempre lo personal sobre lo institucional. Los Teodoros se erigirán como máximos defensores de sus jefes y no dudarán en atacar a la institución que les paga si con ello, y so pretexto de salvaguardar a su amo, pueden ganar algo.

También prefieren el seguidismo al debate. Nunca llevan la contraria a su amo ni discuten los asuntos con argumentos propios. Y esto complica todo: no dudarán en ir a su amo para que se replantee una decisión ya tomada, incluso por otros, si creen que así ganan puntos o menoscaban la credibilidad de algún que otro Cayo. Y eso, a cualquier  nivel: alto, medio o bajo. Su argumento siempre es el mismo: “jefe, esto es lo mejor para ti”.

Otra nota que define al Teodoro es su capacidad para utilizar el nombre de sus amos en vano, porque creen que con ello reafirman su relación privilegiada con él y tienen mayor autoridad frente a los demás. Es más, ponen en boca de sus amos cosas que éstos jamás dirían, harían o pedirían a nadie.

Otra característica del Teodorismo es una especie de ambivalencia entre lo servil y el desprecio. Y es que los Teodoros suelen ser extremadamente serviles con todos los que mandan algo y, por supuesto, con su amo. Sin embargo, desprecian completamente a sus colaboradores y les tratan con absoluta falta de respeto y educación. Además,  ignoran por completo a los que les son indiferentes, aquellos con los que, a su juicio, no tienen nada que ganar o que perder.

En quinto lugar, el Teodoro es alguien que todo lo hace por escrito con copias a todos. Sus objetivos son simples: cubrirse las espaldas ante tal o cual tema; tener pruebas que, en última instancia, pueda arrojar a los demás; o apuntarse “medallitas” ante el amo demostrándole lo bien que hace las cosas. Esta característica del Teodoro se ha agudizado recientemente con el correo electrónico y sus múltiples copias ocultas o a grandes grupos de destinatarios.

Por último, otra nota que define bien a los Teodoros es que con gran frecuencia hablan mal de sus amos en privado. Y, es que, en el fondo, odian a sus amos por el mero hecho de serlo y porque ven en ellos su propia realidad de esclavos no manumitidos. Y, siempre que pueden, coleccionan detalles e informaciones que ellos creen poder utilizar contra sus dueños, o contra todo lo que se tercie. Creen que esa es su defensa.

Pues bien. Éstas son las notas que definen a los Teodoros. Considerando que existen y sabiendo cómo son…¿qué podemos hacer?

En esto, como en casi todo, apenas hay recetas. No obstante, creo que podemos apuntar algunas. La primera es ésta: contra el Teodoro, el trabajo leal y serio. Los únicos escudos y pasaportes que pueden avalar a un profesional son su trabajo y sus resultados. Son la única vacuna. Puede parecer obvio, pero ¿cuántas veces hemos dicho u oído… a mí me avala mi trabajo… o con esa facturación cualquiera tose a Cayo. Sin un trabajo profesional siempre estarás en manos de Teodoro.

La segunda receta es ésta: contra Teodoro, un liderazgo potente. En concreto, me estoy refiriendo a un liderazgo capaz de respetar la estructura formal de las compañías (sus reglas, sus niveles de responsabilidad…), con habilidad en manejar la estructura informal (sus grupos sociales, su normas consuetudinarias…), con justicia y equidad, con capacidad de motivar, y con respeto hacia la iniciativa y el trabajo profesional.

Y la última receta es sencilla: contra Teodoro, reforzar la Institución. No me cabe la menor duda. Las instituciones, por regla general, sobreviven a las personas, y se construyen a lo largo de los años por lo que seamos capaces de dejar de bueno en ellas. Construir una organización a base de Teodoros es abocarla al fracaso.

Creo, en definitiva, que el Teodorismo ha existido, existe y existirá siempre, en todos los órdenes de la sociedad. Identificar a los Teodoros y aplicar estas pocas recetas, servirá para, al menos, paliar sus efectos perversos las organizaciones.

Artículo publicado en el Diario 5 Días, el 23 de marzo de 2001


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