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Yo, mí, me, conmigo o el gestor supertotal

“Quiero que las cosas se hagan a mi manera. Déjame, si tú no sabes, ya me ocupo yo. Que no salga un papel sin que yo lo firme. Tú no pienses, haz lo que yo te diga”.

 

¿Cuántos de nosotros hemos oído cosas parecidas? Joaquín Sabina, uno de los mejores observadores de la realidad, lo tuvo muy claro y lanzó uno de sus discos bajo el título: “Yo, mí, me, conmigo”. Con esta expresión se refería a un tipo de persona caracterizada por una endogamia galopante, centro de todo, rey sol de su pequeña o gran parcela de poder, y criterio de medida para todo y para todos. Vamos, que ya lo dice el refranero español: “el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro”. O el mismo Juan Palomo: “yo me lo guiso, yo me lo como”.

 

Aplicado al mundo de la empresa, no es difícil, pues, encontrarnos con el que podemos llamar “gestor supertotal”. ¿Cuáles son las características de este personaje? Es fácil descubrirlas.

 

1. Siempre habla en singular, y rara vez utiliza la primera persona del plural (de ahí el “yo, mí, me, conmigo”). Siempre he desconfiado de las personas que utilizan el singular para referirse a su trabajo, a sus logros, a sus obligaciones... porque detrás de la primera persona del singular suele esconderse un gran despotismo y un desmedido afán de protagonismo. Por el contrario, siempre he simpatizado con quienes agradecen al equipo, aun cuando el esfuerzo sea individual: recordemos a Miguel Induráin con su hemos ganado, hemos trabajado, hemos conseguido... La diferencia es evidente. No es cuestión de usar sistemáticamente el plural mayestático, ese está reservado al Papa, pero acordarse de quien trabaja contigo sí es mucho más que una simple cuestión estética. Lo dice también el refrán: de bien nacido es ser agradecido.

 

2. Está (o quiere estar) en todo: en lo suyo y en lo de los demás. Da igual el nivel organizativo al que nos refiramos: el ““supergestor total” tiene a gala saber todo, alardea de su capacidad para definir y cerrar asuntos estratégicos y de conocer hasta los más pequeños detalles de lo que hace un auxiliar administrativo. Por eso sus subordinados Teodoros exclaman ante su omnipresencia: “Es una cosa…”. Sin embargo, la realidad es bien distinta: en los asuntos importantes se siente perdido; por eso se refugia en lo pequeño, porque eso es más manejable, más conocido, más abarcable y comprensible. Pedro Toledo, uno de los personajes más innovadores del sistema financiero español, decía que un Presidente no puede centrarse más que en cinco cosas, no más; y una de esas cinco cosas era estudiar. Apliquemos esta máxima a todos los niveles de la empresa y, al final, nos daremos cuenta de algo: todo el mundo, sea cual fuere su puesto, tiene siempre un ámbito propio de responsabilidad, aunque sea sólo de cinco cosas. Y es que cinco cosas, bien hechas, ya son muchas.

 

3. Consecuencia de lo anterior, el “gestor supertotal”  es el más ocupado del mundo. Como quiere estar en todo, no tiene tiempo para nada. Un comportamiento así lo que provoca es que, o bien se convierte en un verdadero cuello de botella de casi todo, o bien  se introduce en una espiral de actividad frenética: mando a muchos y mando todo. Es decir: da igual para qué se hacen las cosas y qué objetivo persiguen; lo importante es hacer por hacer y que parezca que hay gran actividad.

 

4. Su incapacidad manifiesta para escuchar. No sólo no sabe …..  es que no puede. Y no puede, simplemente, porque habla más que los demás. Ese don natural por hablar le llevará necesariamente a que todos callen, especialmente si él es el jefe. Recuerdo algunas reuniones en las que me he topado con este tipo de personajes: tal es su incapacidad para escuchar, que las reuniones, más que una oportunidad de debatir y extraer lo mejor de los asistentes, se convierten en asambleas plebiscitarias o, peor aún, en una especie de obra de teatro en la que los demás asistimos como simples palmeros del rey sol. “¿Alguien quiere aportar algo?”- preguntan a veces. No hay que ser un lince para acertar la respuesta. Por el contrario, siempre me sorprendieron las reuniones del gestor integrador: apenas dan su opinión, preguntan todo con una curiosidad infinita, toman notas constantemente e intentan que todos los que tengan algo que decir lo digan; y sólo al final manifiestan su opinión. La diferencia también es evidente.

 

5. No sabe ejercer su poder. Y  entiendo por poder la capacidad de conseguir cosas y poner en marcha tales o cuales proyectos a través de sus colaboradores. La razón es sencilla: como ellos son el centro de todo y el criterio de medida de cómo se hacen las cosas, rara vez tienen capacidad de definir el objetivo de lo que quieren (no saben precisar el qué, la necesidad que hay que satisfacer, el problema ante el que nos enfrentamos); lo más que atisban es a decir cómo hay que hacer las cosas, a centrarse en tal o cual detalle metodológico (haz esto, pídele esto a fulano, luego lo pones así, después..). Como decía un buen amigo mío: con este tipo de personas, nunca tendrás proyectos que gestionar; tendrás recados y mandados que cumplir.

 

5. Ellos mismos son su propio criterio de medida. Las cosas son como ellos las ven; no hay excepciones. Da igual lo que opine el mercado; da igual lo que opine la competencia; da igual lo que opinen los clientes y los colegas: las cosas son como yo las veo. Y punto.

 

Éste es el personaje de hoy, a quien hemos descrito brevemente. Pero..., ¿qué consecuencias generan los “gestores supertotales” en el comportamiento corporativo? Muchas, muy malas, y pueden resumirse en dos: no construyen organización y no crean equipo.

 

¿Por qué no construyen organización? Porque a la larga acaparan todos los ámbitos de poder y decisión en la compañía. Con eso consiguen que la gente se vuelva inoperante: “sin que lo decida el jefe, yo no lo hago”. Se crea una especie de sumisión querida por las dos partes: por un lado, el rey sol es feliz con el control absoluto de la nada; y por otro, el súbdito es feliz en su irresponsabilidad porque, al no tomar decisiones, no se equivoca. Esta situación es mucho más grave de lo que podemos imaginar. Y lo es porque crea una organización menor de edad, y como tal se comporta: para lo bueno y para lo malo, ahí estará papá para sacarnos del embrollo.

 

¿Por qué no crean equipo? La razón es evidente. En la medida en que el “gestor supertotal” acapara todos los ámbitos de actuación, se rodearán de personajes pequeños. No buscan profesionales a su lado. Es más; tienen gran capacidad para anular la profesionalidad. Buscan personajes menores, con poca iniciativa personal y que no les den problemas. Por eso, rechazan de pleno individuos con personalidad, que creen un proyecto y que peleen por ponerlo en marcha.

 

Además, este afán omnipresente tiene otra consecuencia crítica para el equipo: no crea escuela, no descubre cantera y no prepara la generación del relevo. Hagámonos una pregunta: ¿por qué compañías como McKinsey se caracterizan por ‘exportar’ profesionales y por crear, en definitiva, una cantera reputada de gestores? Pues precisamente por eso: porque se preocupan de tener profesionales.

 

Y ese no es precisamente el punto fuerte del “gestor supertotal”. Si por algo se caracteriza es por lo contrario: por su capacidad de destruir las capacidades profesionales de los que le rodean, por la necesidad enfermiza de encontrar "palmeros" que le sigan en su cruzada. Lo de más le irrita hasta el punto de entender que, quien tiene voluntad de defender posturas contrarias, es un verdadero enemigo. O estás conmigo, o estás contra mí. No hay termino medio. No será la primera ni la última vez que oigamos cosas como éstas.

 

Qué razón tenía Sabina. El “yo, mi, me conmigo” no deja de ser una herramienta de defensa que, además, gana algún adepto para la causa. De ahí que alguno de sus seguidores no tenga rubor alguno en afirmar… “Este hombre es una cosa…”. A lo mejor tienen razón. Y es que, en el fondo, si uno no se quiere un poquito a sí mismo…, quién le va a querer.

 

Publicado en el Diario Cinco Dias, 4 Julio 2001


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